Educando hijos pequeños y teletrabajando - sin enloquecer
Como docente, sabía cómo quería educar a mi hija pequeña en casa. Como mamá trabajando a distancia, tuve que enfrentar la realidad: la fuerte tensión entre las demandas del trabajo y el cuidado de la familia. No pude manejar ambas cosas a la vez. Mis ocupaciones me abrumaron y terminé dejando de lado nuestro bienestar. Mucho tiempo de pantalla, mal dormir, poca actividad física… no era el ideal que tenía para nosotros. Sin embargo, hoy me contenta haber fallado.
Porque si tú estás leyendo esto y te sientes una mala madre o un mal padre por dejar que tu hijo se acueste tarde, vea muchas horas de televisión o coma de forma desordenada, puedo asegurarte que no lo eres. Probablemente es una etapa compleja y retadora. Quizás muchos eventos coincidieron o sólo están agotados.
Como padres, entramos en modo supervivencia. Hay gente que dice que eso es “parte del trabajo”, que la vida cambia para siempre, etc. Y hay un poco de verdad en eso, sobre todo cuando los bebés están recién nacidos. Pero si tu bebé ya tiene tiempo con ustedes y en casa siguen durmiendo poco, comiendo mal o con interrupciones, no hay tiempo para ejercitar, ni para los hobbies y proyectos de los padres… ninguna de estas cosas es parte del trabajo. Al menos no de forma permanente. No tiene por qué ser así nuestra vida como padres.
Una forma fácil de saber si estás en modo supervivencia es si sientes poca alegría al compartir con tus hijos y cuidarlos. Haces lo que hay que hacer: cambias pañales, preparas comidas, empacas meriendas, limpias la casa, los llevas al parque o a caminar de vez en cuando, pero es más estrés que disfrute. Y es totalmente natural sentir eso, si no tienen rutinas que apoyen el bienestar de todos -tanto los padres como los niños. Lo que hace que nos volvamos como unos ogros, siempre irritables, cansados, e incluso ansiosos y/o deprimidos no es la falta de amor por nuestros niños. Es la falta de bienestar.
Yo trataba de hacerme un lavado cerebral, enfocarme en lo bueno, practicar la gratitud, etc. Pero seguía teniendo malos hábitos y me costaba cada vez más gestionar nuestra vida familiar con sabiduría y buena actitud. Igual seguimos por un tiempo así. Claro, la pantalla parecía amortiguar nuestro malestar, porque cuando nuestra hija estaba malhumorada porque no había dormido bien, la pantalla la calmaba. Después de un día difícil y pesado, mi marido y yo también conseguíamos alivio viendo Netflix.
La pantalla es el ejemplo perfecto del tipo de cosas que hacemos cuando estamos en modo supervivencia: nos da unos minutos de libertad para poder cocinar el almuerzo, limpiar el desastre en la sala o enviar aquel informe pendiente. Pero cuando los minutos se vuelven horas, y los días con horas de pantalla son la regla y no la excepción, empezamos a tener efectos secundarios.
Sospechaba que tanto mi hija como yo estábamos durmiendo mal por la exposición a pantallas en la noche, pero no hice nada. Mi punto de quiebre personal ocurrió por una publicación que encontré en las redes sociales. Mostraba los resultados de un experimento: en la parte de arriba de la imagen se veían dibujos de personas y animales, hechos por niños. Estos tenían cuello, cabello, ropa, piernas, etc. En la parte de abajo había dibujos hechos por niños también, pero éstos eran palitos y circulitos. Resulta que los de arriba corresponden a niños que veían televisión por menos de una hora al día, mientras que los de abajo fueron hechos por niños de la misma edad que veían televisión por 3 horas al día o más.
Yo no sé si era fake news o exagerado, pero esto se quedó sin remedio en mi mente. No quería darle a mi hija un futuro de palitos y circulitos -y de hecho es sólo la punta del iceberg del tema de los niños y las pantallas.
Al día siguiente, le propuse a mi marido un plan para reducir el tiempo de pantalla de nuestra hija y todos dormir mejor. Él me apoyó, y ese fue el punto de partida para una serie de cambios graduales que han mejorado nuestro bienestar de una forma increíble.
Yo sabía que había que comenzar por allí porque en la universidad me habían diagnosticado con depresión, y desde entonces me hice más consciente de todo el aspecto fisiológico de la salud mental. Cuando un terapeuta o psiquiatra te ve porque estás teniendo una crisis, no te dice de entrada que “pienses positivo” o “tengas gratitud”. Te manda a dormir, a hacer ejercicio y a mantener alguna especie de rutina. Y esto lo podemos aplicar también a la vida familiar. Dormir bien, comer bien y mantenerse físicamente activo es lo básico para lograr ese bienestar compartido.
Es verdad que hacer familia y carrera a la vez es de las cosas más demandantes que existen, y que los padres que trabajamos desde casa tenemos ya bastantes exigencias. Pero comer bien, dormir bien y mantenernos activos físicamente no son exigencias, al contrario: son hábitos que van a trabajar a nuestro favor, que nos van a dar energía.
Cualquier momento es bueno para decidir que nuestro bienestar compartido es importante y que lo vamos a recuperar. No de forma instantánea, pero aplicando medidas estratégicas de forma consistente.
Eso fue lo que nosotros hicimos y, en cuestión de días tuvimos resultados. Así que convoca a tu sistema de apoyo y manos a la obra. Este es el plan de acción que seguimos en casa:
1.Tiempo de pantalla y sueño
Este fue el primer punto que atacamos, porque dormir bien es crítico para el bienestar y esto estaba conectado también a regular la pantalla (la luz de las pantallas le da al cuerpo una falsa señal de que aún es de día y no hora de dormir, inhibiendo la producción de melatonina)
Las medidas que tomamos fueron:
No más pantallas a partir de la puesta del sol.
No más de una hora de pantalla al día.
Mover la hora de acostarnos a las 8-9 pm (yo también comencé a acostarme a esta hora)
Aparte de estas medidas, yo uso el tiempo de pantalla de ella (al mediodía) para hacer 30 minutos de ejercicios por intervalos. Todo este sistema nos ayuda muchísimo a dormir bien.
Hay que tomar en cuenta que cuando le quitas la pantalla al niño, necesitas ofrecerle algo más. Puede ser invitarlo a jugar con sus juguetes, leer libros, salir a dar una caminata, etc. Nos organizamos para que siempre tenga un adulto a su disposición -claro, a veces ese adulto tiene que comprar víveres, hacer llamadas o hacer cualquier otra cosa también.
No tienes que ser el padre o la madre perfecta que se sienta en el suelo a jugar o le lee cuentos a toda hora, todos los días. Es válido incluir a los niños en nuestras actividades o supervisar su juego independiente a la distancia cuando estamos ocupados, y luego compartir un tiempo de calidad.
Los resultados de aplicar estas medidas fueron espectaculares. En 3 días, todos estábamos durmiendo mejor. A nuestra hija se le hizo difícil al principio gestionar su aburrimiento, pero poco a poco se ha acostumbrado (con rutinas consistentes) a participar en nuestras actividades o practicar el juego independiente.
2. Comida
Una vez que consolidamos el primer punto y todos estábamos acostumbrados al nuevo sistema, pasamos al tema de la comida. Creo que además de comer saludable, poder sentarse a disfrutar de la comida es un factor que suma al bienestar. También se relaciona con el sueño, porque para dormir profundamente por períodos más largos, los niños necesitan irse a dormir con el estómago lleno.
Cada niño es diferente, pero en nuestro caso lo que queríamos era simplificar el proceso - hasta ese momento el método era perseguirla por toda la casa para darle los bocados. Pero también está asimilando mejor la comida, y al quedar satisfecha, duerme aún mejor (es decir que todos dormimos mejor).
El cambio consistió en sentarla en su silla y no permitir que se saliera hasta que hubiese comido una porción suficiente. Los primeros días lloró mucho y se molestó, pero después lo aceptó.
La mejor estrategia es sentarla con la familia a la hora de comer, darle algo que le guste y que pueda agarrar con las manos como papas salteadas, brócoli o tiritas de queso, mientras se le da con una cuchara una sopa o papilla.
Si se queja, le ofrezco un libro o juguete. A veces no logramos comer todos a la misma hora, pero igual la sentamos para que coma. En ocasiones -lo confieso- nos gastamos 10 minutos o más de su tiempo de pantalla para hipnotizarla y darle la comida. No es la mejor práctica, pero a veces pasa.
Es importante elegir el momento adecuado. Si está cansada o tiene sueño, probablemente no quiera ni masticar. Lo ideal es aprovechar ese momento justo en el que tiene hambre pero no tiene tanto sueño. En este sentido, si podemos tener una hora de dormir y una hora para las comidas fija, eso también ayuda a “fijar” ese momento óptimo. Es decir, si todos los días le damos comida y la acostamos a dormir a la misma hora, a ella le va a dar hambre a la misma hora, y podremos estar preparados para facilitarle el proceso de comer en las mejores condiciones.
Todo esto comenzamos a aplicarlo dos semanas después del primer punto. Hemos observado que para obtener resultados es importante enfocarnos en una sola área (como lo hicimos con el tema sueño-pantallas) hasta que el niño se adapte. Porque siempre es posible que haya resistencia al principio -a nosotros nos pasó, pero al final se acostumbró. Es la repetición de las rutinas por cierto tiempo lo que hace que funcionen.
3. Actividades
¿Qué hacemos con un niño en casa todo el día? Yo, que soy docente, a veces me quedo sin respuestas. Lo que sí tenía claro era que quería que mi hija pasara más tiempo en la naturaleza y que tuviésemos todos en casa una mayor actividad física. Por otro lado, también quería contar con algunas actividades que tuvieran más bien un efecto relajante.
Las medidas que tomamos fueron:
Impedir que hiciera actividades peligrosas
Hacer actividades físicas apropiadas y beneficiosas
Crear rutinas que incluyeran actividades relajantes o que la ayudaran a regularse
No tengo palabras para describir el efecto milagroso de la actividad física y el aire libre. Nos aseguramos de que en la mañana, nuestra hija tenga oportunidades para caminar, correr, subir escalones, bailar, etc. La mayoría de estas actividades tienen lugar al aire libre, donde también puede jugar con pelotas, tierra… En fin, ser niña.
En la tarde, hacemos una caminata al final del día. Ojo, no es una caminata al supermercado. Es una salida sin ningún otro objetivo que caminar. Sin apuros, a su ritmo, donde ella puede recoger hojas o piedras si quiere, hacer preguntas, cantar, etc. A veces me llevo el celular, pero la mayoría del tiempo yo también la aprovecho para ver el atardecer y meditar.
Después de la actividad física, ya sea en la mañana o en la tarde, le proponemos hacer actividades en casa. Si estamos ocupados con la limpieza o la comida, le pedimos que nos acompañe o que practique el juego independiente. Si no, la acompañamos y jugamos juntos. Algunas actividades que le gustan y que la relajan son:
-Leer libros juntas
-Peinar, vestir, maquillar etc. a los peluches y muñecos
-limpiar superficies con paños húmedos
-Dibujar con marcadores
-Cantar y bailar canciones cadenciosas
-Recoger los juguetes
En verdad, hay una infinidad de actividades simples que podemos hacer con ellos. A mi me ha apoyado tomar nota de aquello que funciona y si veo una idea por ahí que quiera probar con ella, la anoto también. Así, en momentos de estrés, no me quedo literalmente sin saber qué hacer.
La actividad física y los estímulos del aire libre crean un efecto positivo, pero si nos excedemos con ellos, pueden sobre-estimular a los niños. La semana que comenzamos, nuestra hija estaba tan emocionada, que se despertó más temprano de lo usual. Entonces lo que aplicamos fue mantener esas experiencias al aire libre, de alta energía y luego contrarrestar el input sensorial con actividades en casa, que fuesen más predecibles y menos estimulantes.
Este último aspecto de las actividades apoya el dormir y comer bien, porque toda esta rutina le da más hambre y nos garantiza que va a dormir bien -de hecho, queda cansada al final del día. Esto lo comenzamos a hacer aproximadamente una semana después de que implantamos los cambios con la rutina de la comida y ha sido muy efectivo. Ya en este momento salimos del modo supervivencia: noto a nuestra hija satisfecha, habituada a las nuevas rutinas, y los adultos también más tranquilos ya que estamos en bienestar.
Cada familia es diferente, pero puedes tomar este plan como una referencia y crear tu propio sistema de rutinas que funcione para todos. Si aplican un cambio a la vez, ¡pueden tener un cambio total en cuestión de semanas!
Sé que cuando estamos agotados sólo queremos que nos den un respiro. Y eso precisamente es el bienestar, es como tener más oxígeno. Sólo que es algo que necesitamos trabajar nosotros mismos, con paciencia y trabajo en equipo con nuestro sistema de apoyo. Hecho con estrategia, no tiene por qué ser un proceso largo. Espero que mi experiencia te sirva para encontrar tu camino hacia el bienestar y volver a disfrutar de tu familia.